miércoles, 22 de octubre de 2008

La ciencia explica los misterios de Lost

Semejanza. El logo de Dharma, el experimento comunitario que se desarrolló en la isla de la serie Lost, tiene un gran parecido con el acelerador de partículas.








No todo es ficción en la serie de culto

Los guionistas reconocen que les interesan los temas científicos más controvertidos y que de allí sacan los fundamentos para generar algunos de los sucesos que viven los protagonistas del programa.


Las ciencias tienen alcances insospechados. No sólo se las puede rastrear en cada rincón de la vida cotidiana, ya sea como explicación de los fenómenos naturales o como motor de avances tecnológicos. También se extienden al arte (arte genético, biotelemática, net.art), a la música (música genómica y fractal) y sobre todo a la ficción como fuente de argumentos. De los miles de ejemplos por citar, el que más se destaca por estas fechas tal vez sea el de Lost, la serie de culto que evolucionó en fenómeno cultural, la isla de la fantasía versión siglo XXI creada por J. J. Abrams, el niño mimado de Hollywood, y que recién volverá a las pantallas a principios de 2009.

Para matar la espera, muchos televidentes han elegido o bien por volcarse hacia las repeticiones buscando un nuevo indicio sobre el destino de los sobrevivientes del Oceanic Flight 815 o bien por bucear en la realidad detrás de la fantasía.

Saben que en Lost nada está librado al azar. Ni los apellidos de algunos de los protagonistas con resabio filosófico (Hume, Locke, Rousseau, Bentham) ni los libros que allí leen. Tal vez por eso a nadie le pareció muy ridículo ver a un tal Aldo, miembro de compleja facción de “Los otros”, leyendo con atención Una breve historia del tiempo del astrofísico Stephen Hawking, cuyo libro y teorías sobre agujeros negros y dimensiones extras, dicho sea de paso, bien podrían explicar –licencias artísticas mediante– los viajes en el tiempo del más malo de los malos, Ben Linus.

Damon Lindelof y Carlton Cuse, productores y guionistas de la serie, confiesan que no se asesoran con físicos pero que los temas científicos más calientes –como el magnetismo, la manipulación genética, el efecto Casimir– les interesan y que de ellos se valen para construir su universo privado. “La ciencia necesita estar presente para darle a la historia cierto sentido de credibilidad”, comenta Cuse, obviando su énfasis en fenómenos paranormales (ahora ampliados en la nueva serie Fringe).

El logo de la Iniciativa Dharma, por ejemplo, es curiosamente similar a la forma de uno de los experimentos del acelerador de partículas del CERN. Y no se quedan ahí: teóricamente, advierten, no hay nada que impida que el personaje de Desmond viaje en el tiempo después de girar la llave de la estación. Stephen Hawking, en cambio, cree que se puede saltar de época pero sólo en escalas microscópicas. Así lo deja en claro en su “conjetura de protección de la cronología”, donde advierte que si no fuese así ya estaríamos invadidos por turistas venidos del futuro.

Otro tema es el del supuesto electromagnetismo de la isla que además de volverla indetectable habría provocado tanto la caída del avión como que el personaje de John Locke, ex parapléjico, pudiera caminar y cazar jabalíes a lo Rambo. En la realidad, esta fuerza de la naturaleza que produce las más variadas perturbaciones e interferencias fue estudiada por el físico inglés Michael Faraday, apellido también del científico de la serie, Daniel Faraday.

Los científicos puristas obviamente asegurarán que la ciencia de la ciencia ficción es más que pura distorsión. Desconocen, sin embargo, los alcances de la “ciencia pop” capaz de volver cool las más áridas teorías, llamar la atención de cualquier espectador, impulsarlo a saciar su curiosidad en internet y así comenzar a salpicarse de las ciencias y sus maravillas.


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Fuente: Critica Digital

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